Por décadas, he tenido el privilegio, en diferentes ocasiones, de dirigirme a la gente para comentar algún tema relacionado con medio ambiente. En los años ochenta, en la primera casa totalmente fotovoltaica de México, construida por mi mentor, el finado Ing. Roberto Martín, tuve la oportunidad de platicar con estudiantes de todos los niveles acerca de la problemática del agua en el Valle de México. Lo mismo acudían alumnos de las escuelas del entonces Distrito Federal desde primarias y secundarias, principalmente del pueblo originario de Santo Tomás Ajusco, como de diferentes facultades y escuelas de arquitectura.
En mis pláticas, les describía los sistemas de captación y potabilización del agua de lluvia de la “Casa Solar del Ajusco”, como se le empezó a llamar, de la electricidad fotovoltaica y el calentamiento solar de agua.
El particular diseño de la casa obedeció a la idea de hacerla confortable en un sitio con temperaturas bajas casi todo el año y permitía abordar el tema de la importancia de la orientación y geometría de las viviendas para hacerlas confortables sin contaminar, empleando el “Diseño Bioclimático” y la “Arquitectura Pasiva”.
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